Por medio de su última campaña de sensibilización, “Ura da, gu
gara”, la Agencia Vasca del Agua (URA) propone un enfoque para la gestión de
los ríos, sosteniendo que hay que dejar que los cursos de agua sean libres de
modificar su tamaño y tomar sus propias decisiones…«si dragamos, ensanchamos o
ahondamos su profundidad habremos tirado tiempo y dinero». Desde los Concejos
Alaveses, afectados por las repetidas riadas, nos atrevemos a discrepar con
algunas de estas afirmaciones, y permítanos hacerlo, desde el criterio de
quienes pueden considerarse como herederos de generaciones de «aldeanos» que
durante siglos han gestionado y mantenido de forma sostenible y ecológica sus
montes, sus caminos y sus ríos.
Ríos que, gracias a este mantenimiento cuidadoso y constante,
discurrían limpios, llenos de vida: anguilas, barbos, loinas, cangrejos, etc.
Ríos cuyos puentes tenían todos sus ojos limpios, y si algún tronco se cruzaba
o entorpecía, las veredas lo solucionaban rápidamente.
Hemos estudiado muchos documentos en nuestros archivos, leído
libros de actas de muchas décadas atrás, visionado fotos antiguas y hablado con
muchos de nuestros mayores y hemos llegado al convencimiento de que los ríos,
así como ocurre con los montes públicos, ¡deben mantenerse limpios! Somos
conscientes que estas operaciones deben hacerse con respeto y cuidado, año tras
año, pero tenemos la certeza de que es necesario hacerlo, si se quieren evitar
incendios en los montes e inundaciones en los ríos.
Rechazamos que se considere como algo «natural» el hecho que un
río como el Zadorra, en poco más de cincuenta años, haya visto sus cauces
reducidos a menos de la mitad en muchos de sus tramos y que las avenidas se
hayan convertido en algo habitual, cuando antaño eran más bien extraordinarias.
Rechazamos el distinto rasero que a veces se aplica entre los
diversos territorios y entre zonas urbanas y rurales, las líneas de
inundabilidad sujetas a políticas urbanísticas, las intervenciones selectivas
que «no siempre» defienden criterios ambientales sino economicistas. Criticamos
también cierta altivez, por parte de los cargos de Ura, que desatienden –y en
cierta medida menosprecian– a los representantes de los concejos alaveses
afectados, como si incomodara la opinión campechana y crítica que manifiestan.
Sin embargo, queremos asegurarles que a pesar de nuestras
limitaciones y proceder tosco, hemos estudiado con atención el problema, e
incluso hemos debatido sobre las intervenciones de académicos como Alfredo
Ollero Ojeda, vocal del Centro ibérico de Restauración Fluvial y catedrático de
la Universidad de Zaragoza, que quizás puede considerarse como el mayor
defensor de la “No actuación” en los ríos, y aun compartiendo en parte sus
opiniones, consideramos que algunas de sus posturas son un tanto rígidas, y
hasta radicales cuando define inútiles y «actuaciones placebo» las acciones de
mantenimiento en las riberas de los ríos. El Profesor Ollero, en sus
conclusiones afirma tajante: «La ‘limpieza’ es una actuación destructiva del
cauce que no sirve para reducir los riesgos de inundación y que puede originar
graves consecuencias tanto en el medio natural como en los usos humanos del
espacio fluvial».
Declaraciones de esta índole no parecen tener en cuenta otros
importantes aspectos, como los graves daños patrimoniales y humanos que causan
las inundaciones o incluso los daños medioambientales que estas producen, como
por ejemplo el arrastre de litros de glifosatos u otros plaguicidas al río, o
la acumulación de metales pesados presentes en los sedimentos que impiden la
existencia de vida en nuestros ríos.
Quede claro que desde los Concejos Alaveses afectados, no
exigimos intervenciones agresivas hacia el medio fluvial, somos los más
interesados en su recuperación, lo que pedimos es un programa de mantenimiento
y conservación de los cauces que resulte selectivo y respetuoso.
A tal fin, compartimos, el punto de vista de otro experto en
este campo, el Sr. Lorenzo Correa, que contradiciendo al profesor Ollero
afirmó: «La NO limpieza del cauce es una actuación destructiva de las
instalaciones básicas de abastecimiento, saneamiento, drenaje y comunicación
cercanas al cauce, que puede originar graves consecuencias en ellas, en las
personas que de ellas se sirven y en la sociedad en su conjunto. Es necesario
flexibilizar las posturas, aportando soluciones que tiendan a la adaptación a
la situación existente y respeten la coexistencia de la urbanización y el
espacio fluvial, tanto donde se solapan ya de forma irreversible, como donde
aún no se han solapado. Desde la flexibilidad, todo es posible, con la rigidez
es muy difícil avanzar hacia el consenso».
Y rígida nos parece la postura que está manteniendo la Agencia
del Agua Vasca, que en los últimos años actúa como un elefante en una
cacharrería, imponiendo sanciones y cánones e impidiendo cualquier clase de
intervención, actuando siempre de forma estrictamente unilateral. Consideramos
necesario que «todas» las partes involucradas, administraciones, asociaciones
medioambientales, agricultores, puedan negociar un posible programa de
mantenimiento que sin lugar a dudas nos beneficiaría a todos, pero
especialmente a nuestros ríos.
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